Idolatrado u odiado, Michael Schumacher no pasa desapercibido. Todos reconocen que es el mejor y más carismático piloto de Fórmula 1, pero su personalidad es fuertemente contestada por sus rivales, que le reprochan su predisposición a recurrir a tácticas más dudosas por conseguir lo único que para él cuenta, la victoria. Su contrato con Ferrari en el año 2000 alcanzo los 35 millones de dólares.
Los grandes compones de la Fórmula 1 siempre han tenido enfrente otro piloto de talla que les sirve de referencia. Ayrton Senna, por ejemplo, tuvo a Alain Prost, pero Michael Schumacher ha corrido solo en el firmamento de la Fórmula 1, sin un rival capaz de eclipsarlo. Schumacher ya no se encontró con Prost, y Senna falleció antes de que pudiéramos asistir al gran duelo entre ambos.
A lo largo de su carrera, Michael se ha medido con excelentes pilotos, como Mika Hakkinen o Jacques Villeneuve, pero el carácter de éstos (retraído primero y antiestrella el segundo), han hecho que no consiguiesen esa comunión con el público que marca la diferencia entre la estrella y el ídolo.
Michael, como una reminiscencia de Dr. Jeckyll y Mr. Hyde, parece que tenga no dos, sino tres personalidades. Ama la vida familiar, pero su profesión le deja poco tiempo para disfrutar de ella y de los hobbies.
Su afán perfeccionista y sus ansias de victoria le impulsan a rodar constantemente con su Fórmula 1; en Ferrari no le ponen ninguna traba para que entren cada día si es preciso en la pista de pruebas de Fiorano.
Y se enzarza en importantes discusiones técnicas con los ingenieros. Como contrapartida, exige que sus compañeros de equipo cumplan a rajatabla con su condición de segundos, supeditados siempre a sus exigencias.
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Originally posted 2010-09-20 21:16:19.