El circuito es un óvalo de 2,5 millas (4,023 km) compuesto por dos rectas largas (de 1 km) y dos rectas cortas (de un octavo de milla, unos 200 metros), unidas por cuatro curvas de 90°, de un cuarto de milla de longitud (400 metros), y 9° de inclinación; la anchura es de algo más de 15 metros; casi como un hipódromo gigante.
Desde entonces, el trazado no se ha variado y, en aras de la tradición, la línea de meta esta marcada con ladrillos, la superficie original de la pista. Uno de ellos es de oro, pero sólo ocupa su lugar el día de la carrera; el resto del año esta fuertemente custodiado en una caja de seguridad.
La carrera es tremendamente peligrosa. La mínima distracción significa chocar contra el muro que bordea la pista. A más de 300 km/h no es posible controlar la derrapada del coche. Puristas, los estadounidenses distinguen entre el incidente (rozar el muro levemente, lo suficiente para romper la suspensión) o bien el accidente (golpear frontalmente, o casi, contra el muro, lo que siempre trae consecuencias graves).
El problema es que la mínima colisión convierte el coche accidentado en un obstáculo difícil de evitar para los que le siguen, de ahí el gran número de accidentes en cadena que se producen.
La competición se paraliza siempre en caso de accidente, hasta que la pista queda practicable: también se retrasa o detiene en caso de lluvia, lo que condiciona de forma notable la velocidad media de prueba.
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Originally posted 2009-07-10 05:00:51.