Algunos consideran a Jim Clark como el mejor piloto de la historia. Discreto, elegante y eficaz, en apenas 78 Grandes Premios logró casi todos los récords. Su trayectoria se quebró por un accidente inexplicable en la recta de Hockenheim, en una carrera de Fórmula 2.
Dicen, que un espectador se cruzó, y, para evitarlo, Clark se salió de la pista y chocó contra los árboles del bosque, aunque lo más probable es que un neumático desllantado, provocara el accidente. Unas flores frescas señalaron durante años aquel punto fatídico.
A finales de los años sesenta, dos simples silabas servían para poner a los aficionados al automovilismo de acuerdo, Jim Clark. Discreto, elegante, imbatible… Tanto, que el propio Graham Hill, rival y compañero durante algunos años, comentó tras una de sus victorias en Mónaco (conseguía después de recuperar, 30 segundos perdidos por un trompo): “Hoy hubiera podido batir al mismo Clark.”
Aquel día, Clark no estaba en Mónaco; había preferido ir a correr las 500 Millas de Indianápolis, donde consiguió romper la supremacía de los estadounidenses con su Lotus. Era 1965 y esta ausencia no le impidió conquistar su segunda corona mundial, completamente merecida gracias a las cinco victorias alcanzadas.
Clark, era un excelente piloto, pero sobre todo seguía siendo un granjero escocés. Era algo que el propio piloto tenía muy claro, ya que no se privaba de declarar que no iba a continuar corriendo hasta la vejez.
En 1960, Reg Parnell lo fichó para correr con Aston Martín en Fórmula 1, y Colin Chapman para hacerlo con un Lotus de Formula 2. El Aston Martín no llegó, y Reg le dio libertad para que pudiera sustituir a John Surtees en Lotus, cuando éste no estuviera disponible a causa de sus compromisos motociclistas.
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Originally posted 2010-03-27 21:57:27.