Ayrton Senna, un perfeccionista en las pistas (historia)

De angelical mirada al borde de la pista, Ayrton Senna se transformaba de demonio con un volante entre las manos. Trabajador infatigable, perfeccionista hasta limites increíbles, solo tenia una razón de ser, una obsesión: la Formula 1. Dicen que debería haber sido el mas grande, pero su trayectoria se quebró bruscamente el 1 de mayo de 1994 en el circuito de Imola, cuando su Williams no quiso entrar en la curva de Tamburello y, como una bala, fue a impactar directamente contra una pared de contención.

Aunque no llegó a los cinco títulos de Fangio, son muchos los que piensan que ha sido el más grande. Tímido, secreto, introvertido; su aspecto tierno, como necesitando de protección, le granjeo numerosas simpatías.

Pero al volante era un enemigo despiadado, que se batía con los rivales y con el mismo. Su pilotaje era de una elegancia increíble. En este campo arrasaba a sus contrincantes y fue tan popular entre los aficionados como odiado por los demás pilotos. La lluvia parecía no existir para él y sus seis victorias en Mónaco, una más que Graham Hill, confirman sus habilidades al volante.

Su trágica muerte, contemplada en directo por centenares de millones de personas, alimentó la leyenda. Atrás quedaron sus tres títulos mundiales, sus 41 victorias y sus 65 pole position, que lo colocaron claramente por encima de cualquier otro piloto en ese difícil arte de ser el más rápido, amén de sus vueltas rápidas.

Senna parecía programado para ser campeón. A los cuatro años, este hijo de una importante familia brasileña ya conducía el pequeño kart que le había construido su padre; y a los doce años comenzó a competir en karting.